To Top

Datos personales

Mi foto
San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina

sábado, 26 de septiembre de 2009

La isla de Rorschach

Siempre en su postura de machos dominantes, estos amarillentos y traslúcidos animales son sin duda los más avanzados en la cadena evolutiva. Su brillante cerebro -fácil de ver en un día soleado- va creciendo con cada nota de la melodía, y más allá del dolor que les produce, los mandriles declaran ser los más afortunados del rito.
Cuidando el tótem que los representa se encuentran los negros gorlaks, a los cuales aquella música les va endureciendo el pico, dificultando la labor de su débil cuerpo por sostener la enorme y pesada cabeza. Hasta ahora ni los brillantes mandriles, en sus ávidos intentos por estudiarlo, han podido acercarse al tótem de los gorlaks. Su mayor interés es encontrar la relación entre ese objeto, sus antenas floreadas, y su maravilloso sexto sentido que les permite sentir y detectar el movimiento.
Los más odiados de toda la isla son los perros, el sonido los va alterando por lo que corren y ladran espasmódicamente, a tal punto que en la ceremonia solo se los puede ver como una nube azul de la que salen los insoportables ladridos. Irónicamente, de la infernal canción de los ancianos solo pueden escapar los conejos, sus largas y verdes orejas son inmunes al efecto atrapante.
Mientras que sufriendo como lo harán eternamente están las ardillas, son quizás las más desafortunadas, el instrumento tocado enciende partes de su cuerpo. Por lo general tiende a prenderse la cola, parte más inflamable de su cuerpo, pero algunas tienen el infortunio de sufrir quemaduras en sus patas, haciéndolas presa fácil para la alimentación de los gorlaks. Si no fuera por su rápido proceso de proliferación, su existencia peligraría.
Para cada cambio de estación, los viejos se ponen su túnica roja y tocan su milenario instrumento azul, mientras los animales mencionados –más otros indescriptibles, como los naranjas- y la inmensa variedad de aves, entre las que cabe destacar a ciertas de pesadísimas alas, se dirigen al centro de la isla.
Quien les escribe y describe lleva, si bien parecieron ser años, varios meses prisionero y objeto de estudio de estos putos monos amarillos No sé que conclusiones tendrán sobre los efectos del instrumento en mi, pero lo que sé es que no podría soportar otra de sus ceremonias.