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sábado, 25 de abril de 2009

Las edades de la sabiduría

Durante mucho tiempo pensé que quizás, no debería perder el tiempo en ciertas actividades, y que en vez podría emplearlo en otras más afines a la carrera que elegí. Para mi pesar, el dicho de “el que mucho abarca, poco aprieta” me era familiar y lo escuchaba repetidas veces. Por lo que llegaba a hacer con culpa algunas cosas que iban desde chatear o salir a bailar, hasta leer determinados libros o películas consideradas como malas.

Siempre tuve la idea de que -quizás a modo de tener una justificación para poder realizarlas- ese tipo de actividades en definitiva me alimentaban con distintas formas de inteligencias, y a fin de cuentas, me eran beneficiosas. Pero entonces, con esta idea, ¿por qué no pasarme el día chateando y viendo televisión, o bien, mejor, pasarlo leyendo y estudiando, si a fin de cuentas, todo me alimenta? Y es aquí donde leo “El lobo de la estepa” de Hermann Hesse, y termino por aclarar bien mis ideas con respecto a esto. *

A partir de aquí, voy a tratar de desmentir ese conocido dicho y a incentivarlos de esta manera a apretar fuerte todo cuanto pretendan abarcar.

Tratemos primero de imaginar cada una de esas inteligencias alimentadas como las distintas partes de uno mismo, podríamos decir, como las partes de nuestra sabiduría. Entonces consideremos cada una de esas partes como pertenecientes a una persona distinta, que tendrán su respectiva edad, según cuanto vayan creciendo, o mejor dicho, madurando. Por ejemplo si nuestra parte escritora tiene menos experiencia que nuestra parte deportista, podríamos decir entonces que la parte escritora tiene 5 años y la parte deportista, 25 años.
Hasta aquí bien, pero ahora la cuestión es, ¿Cuál es el ideal? Hoy en día el problema de los miembros de la sociedad es probablemente que las partes de ver televisión, hacer ocio, tomar cocas o chatear están atravesando la tercera edad, mientras que las de leer, estudiar, escribir o pensar usan aún pañales… si es que nacieron. Aquí tengo que recurrir entonces a otro dicho: “todos los extremos son malos”. Es lógico que una sabiduría compuesta por partes ancianas o infantes no tendrá el mismo potencial que una donde todas sus partes sean jóvenes veinteañeras.

Con esto creo que queda más que desmentido el dicho, y concluyo que es mejor tener una sabiduría joven y variada dispuesta a madurar y a envejecer, que hasta, inclusive, una que específica y anciana. Por lo que esta vez les propongo dejar aquellas partes ya maduras –antes de que terminen por fallecer, y con ellas, la sabiduría- y empezar a amamantar sus críos.



* Casualmente y con mucha satisfacción luego encontraría, además, que la primera regla para la dirección de la mente (o dirección del espíritu, dependerá de la edición) escrita por Descartes afirmaba también mis pensamientos.





“Imagínese un jardín con cien clases de árboles, con mil variedades de flores, con cien especies de frutas y otros tantos géneros de hierbas. Pues bien: si el jardinero de este jardín no conoce otra diferenciación botánica que lo «comestible» y la «mala hierba», entonces no sabrá qué hacer con nueve décimas partes de su jardín, arrancará las flores más encantadoras, talará los árboles más nobles, o los odiará y mirará con malos ojos. Así hace el lobo estepario con las mil flores de su alma.”

Fragmento de El Lobo Estepario escrito por Hermann Hesse.